Voy a tratar de mostrar de qué manera la discusión acerca de la teoría del privilegio epistémico (TPE) en el seno de la teoría marxista puede dialogar de forma fructífera con preocupaciones surgidas en el marco de la epistemología, o de otras elaboraciones acerca de grupos sociales subalternos. En concreto, voy a tratar de argumentar, tomando como punto de partida las críticas de Bhikhu Parekh, que la TPE sobre un grupo social –trátese del “privilegio epistémico del punto de vista proletario”, o del “privilegio epistémico del punto de vista feminista”– necesita, si ha de formularse como una tesis que proporcione fundamentos epistemológicos para decisiones científicas, desambiguarse entre dos alternativas que denominaré “tesis del privilegio epistémico como solución a una situación de equipolencia” (TPE-SSE) y “tesis del privilegio epistémico como fundamento de una heurística” (TPE-FH), cada una de las cuales encuentra exponentes en la teoría feminista. Señalaré que, en el primer caso –bajo el cual se podría clasificar una formulación temprana de la TPE en el seno del feminismo, como lo es la propuesta de Nancy Hartsock–, la tesis no puede responder satisfactoriamente a la cuestión de cómo habría de determinarse que un punto de vista es “epistémicamente privilegiado” con respecto a otro mientras que, en el segundo –bajo el cual cabe incluir una versión como la de Elizabeth Anderson–, esta determinación se hace depender de los resultados empíricos de una investigación, resultados que no están prejuzgados por la previa adopción de un “punto de vista” y cuentan, en consecuencia, como “neutrales”. A la pregunta de cuál es la utilidad, una vez reconocida la posibilidad de acceder a tales evidencias neutrales, de pasar por el rodeo de declarar “privilegiado” a cierto punto de vista, responderé complementando la propuesta de Anderson con la distinción que, a propósito del problema de la confianza en expertos, propone Alvin Goldman entre enunciados “esotéricos” y “exotéricos”.